Rabi Akiva...me suena...

Rabí Akiva fue un sabio de la tercera generación de tannaim (sabios de la Mishná), y es considerado uno de los más grandes exponentes de la sabiduría de Israel.
Nació unos 50 años antes de la destrucción del segundo Templo, y era descendiente de prosélitos al judaísmo. (Según se narra, sus abuelos paternos pertenecían a la innoble nación de Amalec).Pasó los años de su juventud y buena parte de su madurez en gran miseria, tanto material como espiritual, pues no solamente carecía de bienes terrenales, sino también de la más elemental de las instrucciones formales. En una nación de letrados y doctos, él era profundamente analfabeto.Para mantenerse se dedicó a cuidar ovejas propiedad de Kalba Sabua, quien a la postre sería su suegro. Enamorados con la hija de su patrón, decidieron plasmar su pasión por medio de los lazos matrimoniales.Ante este hecho, su suegro desheredó a su hija, y los echó a ambos de sus propiedades, pues no quería saber nada con este pobre e ignorante sujeto, ya que su ideal era tener un yerno acaudalado, y si fuera erudito en Torá mucho mejor.
Así pues, Akiva ben Iosef y su joven esposa Rajel pasaron terribles penurias, viviendo en la más oscura de las desolaciones.
Como se cuentan diferentes anécdotas de lo que movió a Akiva a dar el salto que cambió su vida a la edad de cuarenta años, no contaremos ninguna ahora.Sino tan sólo diremos que el iletrado, pobre y desplazado social, a los 40 años de edad comenzó su educación formal, ¡junto con los niños de primer año!Pero, eventualmente se convirtió en una luminaria de la sabiduría perenne de Torá, la mayor de su generación (entre los que se contaban eminencias como Rabbí Meir, Rabbí Iosei ben Jalafta, Rashbi).Y animándole a continuar, a crecer, a superarse, estaba su esposa, que tuvo plena certeza de que su marido podía escalar hasta cumbres del conocimiento inaccesibles hasta entonces.
Fue Rabbí Akiva el que comenzó la monumental tarea de clasificar la Torá oral, que fuera más codificada y completada dos generaciones más adelante por Rabbí Yehudá HaNasí.Durante la segunda revuelta judía contra el imperio romano (127-135 AEC), que recordamos cada año en el Omer, el emperador Adriano impuso severos decretos contra el estudio de Torá, la circuncisión, el guardar el Shabbat, y las las inmersiones en la mikvá.El anciano Rabbí Akiva se alineó sin ambages en las filas de los rebeldes, en pos de la defensa de la identidad y cultura de la nación judía y en contra del déspota pagano y sanguinario.Al ser nuestro Rabbí un luchador tenaz y un optimista, incluso en las épocas de peor adversidad, e impresionado por las victorias espléndidas del líder guerrero judío Shimón Bar Kojba, lo señaló como el probable Mashiaj que implantaría un reino judío soberano y de prosperidad.Tras el fracaso de la campaña de Bar Kojba, y reconociendo su error de apreciación, no hesitó el Rabbí reiterar su lema: "Todo lo que Dios hace, lo hace para bien".Y mantuvo su lema a pesar de los terribles sufrimientos que debió soportar en las mazmorras de los romanos, antes de ser vilmente ejecutado por querer preservar la independencia cultural de Israel y su proximidad con Dios.Al momento de su ejecución, mientras rastrillos de acero rasgaban sus carnes hasta la sufrida muerte pública, Rabbí Akiva entonó con su último aliento el Shemá Israel, enseñando así a sus numerosos discípulos y seguidores el camino a seguir: "Amar a Dios con todo el corazón, con todo el ser, con todo lo que se tiene, sin retacear nada".
El imperio del paganismo había vencido en esa batalla, los héroes de Israel habían caído bajo las garras del águila rapaz; sin embargo la semilla de la victoria final de los fieles a Dios había sido abonada con la mejor de las sangres, la de Sus fieles servidores (TB Berajot 61b; TI Berajot 9:5).

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